viernes, 5 de abril de 2013

Paredes blancas, muebles de acero y cuero.

Cuando miro la obra de Pawson, con sus paredes blancas y colores neutros, encuentro  que el espacio no puede estar mejor pensado, esa serenidad es todo lo que se debería transmitir con la arquitectura.  Sin embargo, la decoración implica el uso de más colores, más muebles, más texturas, más...  Cuando miro cómo Candice Olsen en su programa televisivo de H&H Diseño Divino, logra esos espacios mágicos y llenos de vida, un conflicto me invade...

La misma Zaha Hadid, halla que la decoración es innecesaria en la arquitectura.  Los arquitectos actuales nos formamos con el más con menos de Campo Baeza y la pureza que ofrece la abstracción.

Witold Rybczynski, en su libro  La Casa, Historia de una idea, dice que "la nostalgia por el pasado suele ser un indicio de descontento con el presente".

El autor  hace un largo recorrido por las transformaciones ocurridas en los hogares europeos y americanos con la lenta incorporación de la tecnología en la forma de vida, con el uso de los orinales y la difícil aceptación del cuarto de baño, considerándose como algo inmundo compartir este espacio con otras personas.  En el siglo XIX, el arquitecto perdió el control sobre el  interior del espacio, al dedicarse únicamente a su diseño, delegando la decoración a los artesanos y tapiceros, sin incorporar ningún adelanto sustancial en el uso o la función de la casa.  


La decoración de interiores finalmente se integró con la arquitectura en el siglo XX. el autor dice: "la disposición del interior ya no quedaba al capricho del propietario; tampoco se permitía que cayera en manos de decoradores de interiores. Un edificio moderno era una experiencia total; no se planteaba sólo la distribución del interior, sino también los materiales de acabado, el mobiliario, los accesorios y la colocación de las sillas.  El resultado fue que las habitaciones tenían una consistencia visual que no se había visto desde el rococó."  y finalmente con mucho acierto agrega: "Los muebles nos lo dicen todo".


En algún momento de la historia, desde que Adolf Loos en 1908 escribió su ensayo "Ornamento y delito", y con el contexto de las crisis de 1929 y la gran depresión, se detuvo la expansión del Art Deco, no se podían dar estos lujos los clientes, y resultaba más sencillo recurrir a la reducción en cuanto a la decoración.


Se atacó al confort directamente y todo el mobiliario canalizó el interés en la innovación con el uso de materiales como el acero y el cuero.  Las sillas reconocidas a nivel mundial como la Barcelona de Mies van der Rohe, y la Wassily proyectada por Marcel Breuer, no suelen ser lo suficientemente cómodas pasada la media hora de estar una persona sentada en ellas.


Personalmente, he vivido este hecho aunque no dispongo de la famosa silla barcelona.  Remplacé mi butaca individual, por una muy vistosa de tapiz rojo, grande, con respaldar de madera vista y sin apoya brazos, el costo fue relativamente caro.  Temía que las visitas tengan mucho deseo de sentarse todo el tiempo en dicha silla, pero para mi sorpresa, todas las visitas huyen de sentarse en la misma, y pasado cierto tiempo se levantan porque resulta demasiado  incómoda.  Lo que no ocurre con los demás muebles, que por su comodidad, invitan a la conversación extensa y el relax.


He comprobado que a los diseñadores contemporáneos no nos interesan las variaciones, los arquitectos nos formamos con un culto a la innovación. ¿Qué ocurriría si la silla barcelona o la Wassily  fueran repensadas o re-elaboradas?.


Los arquitectos actualmente, a excepción de grandes talentos como Pawson, dejamos al libre albedrío del cliente, la decoración de los espacios, incluso nuestra sesión fotográfica llega hasta la culminación de la obra arquitectónica, ni un minuto más, por temor a una posible decoración discordante y la personalización de su propio hogar.


Pienso que debemos ser un poco como Louis Kahn en su interés por el mobiliario existente del cliente, se dice que él realizaba un inventario del mismo antes de diseñar la casa.


Actualmente me encuentro realizando la ampliación de una vivienda, cuyos clientes tienen especial afición por las peceras; se potenciará el espacio destinado al nuevo hall de ingreso creando un lugar para las mismas, de modo que el cliente diga: este soy yo, esto me gusta y se identifique con el proyecto.  Aunque personalmente, tengo un poco de sentimentalismo por los animales y de hecho no me gustan las peceras.


Los grandes proyectos de arquitectura, justamente lo son porque tienen consistencia, si tan sólo buscásemos un poco de consistencia, el espacio adquiriría esa dimensión exquisita de las grandes obras, pero para lograr todo ello no podemos dejar algo tan accesorio como la disposición y la selección de materiales al azahar.  


Así mismo al diseñar una casa, nuestros criterios no pueden entrar en conflicto con el cliente, por ejemplo, para mí  la cocina de una casa es un accesorio del espacio de la sala y comedor, viene a ser como un mueble más (lo que llaman cocina tipo americana, abierta al comedor); pero para los clientes del medio en el que me encuentro, Quito, la cocina requiere de un espacio separado del área social; a muchas mujeres no les gusta ser vistas mientras preparan los alimentos.


Finalmente, les dejo planteadas algunas preguntas para reflexionar al respecto sobre  la decoración y la arquitectura, ¿será que en algún momento nos ponemos de acuerdo?;¿Dejamos en manos del cliente la decoración o detallamos hasta la última lámpara del techo?; ¿buscamos lo nuevo o volvemos nuestra mirada hacia el confort de los muebles del siglo pasado?; ¿buscamos la pureza y la abstracción del blanco, aunque el interior sea un derroche de color, texturas y tapices?; ¿cómo crearemos consistencia con nuestra obra de arquitectura?.



















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