Ahora me pregunto, ¿qué hizo
Imhotep?, pues el arquitecto tenía que buscar la manera de sorprender día a día
al rey Zoser, para no perder su protección.
Según Maurici Pla, los clientes
no existen. “los arquitectos siempre han tenido protectores, unos poderosos
mandatarios seducidos por sus dotes personales y por los productos de dichas
dotes. Cuando alguien afirma: “he
encontrado a mi arquitecto”, ha ocurrido casi lo mismo que cuando decimos “he
encontrado a la mujer de mi vida”. Los
Salk, los Kaufmann, los Guggenheim o los Güell han sido evidentes poderes
fácticos seducidos por la personalidad y por las prestaciones de unos
arquitectos concretos. Y, a cambio,
dichos arquitectos no han obtenido grandes riquezas, sino más bien el
protectorado, siempre condicionado, de estos poderes. Este hecho explica la imagen ambivalente que
el arquitecto tiene todavía hoy en el conjunto de cualquier tejido social:
entre el prestigio y la desconfianza, entre la admiración y la incomprensión”.
Porque aunque resulte para
algunos difícil de admitir en el fondo actuamos siempre como un “ingenuo
seductor”, a veces, muchos arquitectos de renombre mundial se han visto
obligados a cubrir con palabras y símiles su arquitectura, siendo la realidad
muy diferente y posiblemente más interesante.
Así también, las obras de
arquitectura que destacan son aquellas que nos transmiten las sensaciones más
elementales del espíritu humano, lo inmensurable. Un exceso en el detalle y una ofrenda, es
decir, una entrega que sobrepasa el límite de lo requerido en un principio.
Josep Quetglas ilustra tan bien
lo anterior, cuando explica que recibió una entrega por parte de Francisco
Alonso, realizado con tal precisión y detalle que le daba pena abrirlo en una
forma inadecuada, agrega “lo que me impresionó no era tanto su precisión, su
adecuación a una idea formal, sino su desmesura”. “Des – mesura no significa
gran medida, gran tamaño, sino fuera de medida, al margen de la posibilidad de
ser medido.”
Un trabajo realizado con devoción
y derroche, donde no se piensa en absoluto en la rentabilidad de la producción,
sino en la cualidad única de ese único objeto (arquitectónico), de alguna
manera busca seducir a quien lo recibe, y ser admirado por el esfuerzo
realizado. Aquellos que sentimos esa pasión por diseñar algo fuera del tiempo,
donde no existe la entrega inmediata, ni el tiempo es dinero, ¿no somos acaso
unos ingenuos seductores?